He tenido la suerte de visitar las dehesas extremeñas en distintas épocas del año. En invierno, el verde claro y brillante de los pastos contrasta con el verde oscuro de las encinas. En primavera, las flores se reparten formando un mosaico de colores hasta donde alcanza la vista. En verano, la hierba seca, el sol ardiente y el monótono e insistente canto de las cigarras invitan amablemente a saborear la sombra del alcornoque más cercano.
Se trata de uno de los ecosistemas más biodiversos de Europa. Mantenido en equilibrio, paradójicamente, gracias a la explotación ganadera. El pastoreo del cerdo de bellota, los toros bravos, los caballos o incluso los ciervos, mimados por su interés cinegético, evitan que los pastizales se conviertan en los bosques originarios. Todos estos animales viven libres y sanos hasta que el ser humano los convierte en jamones de Guijuelo, corredores de Sanfermines o trofeos de caza mayor.
Me pregunto si la prohibición de las corridas de toros no repercutirá negativamente en este ecosistema tan valioso que tenemos en nuestro país.
No hay comentarios:
Publicar un comentario