Estamos a mediados de mayo y nos encontramos con un viento, una
lluvia y unas temperaturas más propias de noviembre. No es lo que más apetece,
pero por lo menos no tenemos mosquitos. Esto último no es un consuelo para las
golondrinas que llegan de África y acaban muriendo de agotamiento, de frío y de
hambre. El domingo encontramos a una de éstas en el suelo, acurrucada y sin
ofrecer ninguna resistencia. La recogimos con la idea de darle calor en una
caja y con la esperanza de verla volar a la mañana siguiente. Pero no
sobrevivió a esa noche.
Historia muy distinta es la de los verderones.
Probablemente por el viento, cayeron del nido el jueves pasado, incapaces de volar y con las plumas a penas apuntando sus cañones. Con calorcito y con pasta de cría para canarios están creciendo a velocidad de vértigo. Si Dios quiere, en una semana darán sus primeros vuelos y para cuando acabe el curso volverán a su hábitat natural: los jardines del colegio.
Probablemente por el viento, cayeron del nido el jueves pasado, incapaces de volar y con las plumas a penas apuntando sus cañones. Con calorcito y con pasta de cría para canarios están creciendo a velocidad de vértigo. Si Dios quiere, en una semana darán sus primeros vuelos y para cuando acabe el curso volverán a su hábitat natural: los jardines del colegio.
No hay comentarios:
Publicar un comentario