La parte más emocionante de ser el profe de los bichos es que con cierta
frecuencia me encuentro sorpresitas en la mesa de mi despacho. Esta vez ha sido
un nido con un par de pollos dentro, probablemente de mirlo, Turdus merula. No deben de tener mucho
más de una semana de vida pues a penas empiezan a abrir los ojos. Los ha
salvado Aitor, uno de los encargados de mantenimiento, de las garras de los más
terribles depredadores del cole: los alumnos. Alguien ya se había llevado uno
de los pájaros y quedaba un huevo roto, con el embrión muerto y asomando por un
agujero. - ¿Qué hago? - Debe de haber
pensado Aitor – ¿Los dejo en su sitio, al
alcance las fieras? ¿O se los llevo a don Daniel, que los protegerá como si
fueran sus hijos? - Y aquí estoy, dándoles calorcito con una bombilla y
alimentándolos con las lombrices que el propio Aitor ha tenido la gentileza de
capturar. Me pregunto si lograré sacarlos adelante para que puedan sobrevolar
de nuevo los jardines de Erain y deleitarnos con su canto. Os mantendré
informados.
Pinchando en las fotos las veréis en más detalle
Jo també he adoptat un ocell... espero recuperar-lo i deixar-lo en llibertat. :)
ResponderEliminarIgnasi Martínez
Pues no ha podido ser, uno ha durado dos días y el otro tres. De nada ha servido darles calorcito las 24 horas, ni cebarlos con lombrices, ni prepararles pasta de cría a base de comida para insectívoros y huevo duro. Está claro que nadie como mamá cuida mejor a sus hijitos.
ResponderEliminarTal vez sobrara el huevo, o le faltara algún jugo materno...
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